Entre ayer y hoy me ha liado una amiga para volver a Berlín (es que tengo una cita pendiente con esa ciudad desde que fuí la última vez y me supo a poco). Sí, así, tal cual. Bueno, exactamente ya no sé quién lía a quién, pero el caso es que ya tengo el billete. Por 73 euros era pecado no comprarlo. Amén.
Total, que luego he pensado: ¡coño! ¡que tengo que cambiar un día de vacaciones! (ya ves, las cosas me gusta hacerlas en orden... inverso)
Y nada, le escribo un mail a mi jefe, cambiando uno de los días que ya me había pedido por el que necesito para estarme 5 fantásticos días haciendo el cafre por la capital alemana, otra vez.
Al rato, me llama, descuelgo y me suelta en tono paternalista: Oye Charlotte, que yo no te veo tan mal, de verdad...
(¿Ein? ¿Y éste ahora que se ha fumao?)
Se ríe a carcajada limpia al otro lado del teléfono y continúa: ...anda, mírate el correo de las vacaciones que me acabas de enviar, y verás porqué te lo digo.
En fin, que abro el mail y leo:
"... necesitaría cambiar un día de los que te pedí para ir de vieja a Berlín ..."
X_D
(Típica patinada de las mías... ¡ja!)
el que tiene boca se equivoca!
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